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Leandro Muñoz García, malagueño de 36 años, se encuentra grave tras sufrir heridas en el 63% del cuerpo
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Cobraba una prestación del Servicio Andaluz de Empleo y había pedido una pensión por discapacidad, pero se la denegaron
«El hombre estaba ardiendo por completo y desprendía un fuerte olor a gasolina. Se quitó la camiseta y la tiró al suelo, pero su cuerpo seguía en llamas», relata un ciudadano que se encontraba en esos momentos haciendo unas gestiones en la delegación. «Los vigilantes de seguridad actuaron muy rápido y apagaron el fuego con el extintor. Si no llega a ser por ellos, las consecuencias hubiesen sido mucho más graves», añade este testigo presencial, que prefiere mantenerse en el anonimato.
Leandro Muñoz García se marchó temprano de casa. Al salir, le dijo a su hermana que iba a la Delegación para la Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía. Isabel pensó que tendría que presentar algún documento para la pensión no contributiva -alegaba una discapacidad- por la que peleaba desde hacía cuatro años: «Se fue con su bolso negro; siempre llevaba a cuestas todo el expediente de su caso. Estaba agobiado porque la ayuda que cobraba se le iba a agotar en breve y no tenía con qué pagar el piso». Ni siquiera a ella le reveló sus intenciones. El espacio de «sus papeles» en la mochila lo ocupaba esta vez una lata de gasolina.
Llegó minutos antes de la una de la tarde de ayer a la puerta del edificio de la antigua Delegación de Empleo, situado en el cruce entre la avenida Manuel Agustín Heredia y la Alameda de Colón. No dijo ni reivindicó nada. Se roció el combustible, encendió un mechero y se quemó a lo bonzo en la puerta de la sede de Bienestar Social. Con el torso en llamas, entró corriendo en el inmueble, cruzó el arco de seguridad y se detuvo al fondo del ‘hall’, junto a las escaleras que dan acceso a las plantas superiores.
Los servicios de emergencias recibieron un aluvión de llamadas de testigos que alertaban del suceso. Al lugar se desplazaron varias patrullas de la Policía Local y de la Nacional, así como una uvi móvil del 061. Los sanitarios estabilizaron al herido para su traslado al Hospital Carlos Haya. Al parecer, mientras lo atendían, Leandro, que no perdió el conocimiento, contó lo que le había empujado a quemarse a lo bonzo: «Se me acaban las ayudas. Ya no quiero vivir más».
Ingresó con quemaduras de segundo grado en el 63% de la superficie corporal, principalmente en la cabeza, el tórax, la espalda y los brazos. Aunque entró en el área de Críticos de urgencias, finalmente se optó por su traslado a la Unidad de Grandes Quemados del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, que está especializada en los casos más graves.
La investigación, que ha recaído en el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional, se centra ahora en reconstruir su vida. Leandro Cristian -se llamaba David, pero se cambió el nombre- tiene 36 años y es soltero, sin hijos. Se ha criado en Málaga, aunque nació en Baracaldo (Vizcaya) por una mudanza familiar motivada por el trabajo del padre, que era encofrador. Su madre enviudó joven por un accidente de moto de su marido. A partir de ese momento, se quedó en casa y se ocupó de ella, ya que la mujer tenía reconocido el grado 2 de dependencia severa. Falleció en 2011, con 58 años.
Tras un intento fallido de obtener una subvención por la Ley de Dependencia, se mantenía con una renta activa de inserción, que concede el Servicio Andaluz de Empleo, y que equivale a 420 euros mensuales. Pero, según su hermana, la ayuda se agotaba este año. Leandro pidió en 2008 una pensión no contributiva (PNC) por discapacidad, pero la Junta se la denegó ya que tenía reconocido un 40%, cuando el mínimo para obtenerla es del 65%. Según fuentes de la Delegación para la Igualdad, recurrió a un juzgado de Lo Social y, posteriormente, al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA). Al finales del año pasado le notificaron la resolución. Su solicitud había sido denegada.